Primero me disculpo por escribirte tantos años después de aquel día, pero en aquel momento aún no sabía escribir muy bien. Estaba en la escuela, en alguna clase que no recuerdo, cuando vi a papi asomarse a la puerta, algo le digo a la maestra, probablemente que habías fallecido. A mi no me lo dijo así, tardaron tiempo, lo que tardamos en salir de la escuela y cruzar el primer muerto de la calle. Como lo sabes hay momentos en los que no sé que decir, me gana el silencio, ese día fue uno de esos momentos. Desde niña tengo el mismo problema. Aún recuerdo cuando llegamos a casa estabas como dormida sonriendo, o al menos sonriéndome a mi, ya tus manos estaban frías, pensé que debían cobijarte, se que no te gustaba el frío. Me alejaron de ti para llevarte a una caja que no me dejaban mirar, era una niña, eso decían, pero olvidaron que esa niña pasaba todo el tiempo posible contigo, que apenas amanecía se escabullía en tu rincón, que comíamos Citrato, no sé ni para que pero nos lo comíamos, tomábamos café chorreado, bueno te confieso que hacías agua chacha, rezábamos el Rosario y apenas empezaba a llover nos acostábamos a dormir. Te confieso que aún lo hago, y siempre digo lo mismo como decía mita pite a mimis.
Se que no es necesario que te escriba todo esto, porque lo sabes, pero a veces me hace bien hacerlo así, además quien va a entender lo que siento después de tantos años cuando recuerdo que te fuiste sin que pudiera despedirme de ti, que te fuiste y esa niña que hoy es una mujer aún recuerda como si fuera ayer ese día. Hay cosas que no se olvidan. También sé que a pesar de los años no te visito en el cementerio, que no
rezo como lo hacen las tías el 24 de mayo de cada año, pero pienso en ti y te
recuerdo principalmente en las noches cuando me enrollo en tu cobija con olor a violeta.
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