Pues bien, como quinceañera releí mi diario, sí, sí, un diario,
como esos de colegiala en donde plasmas sonrisas, llanto y suspiros, uno por el
cual los años han pasado, han ido madurando, dejando entre ver en sus
páginas amarillas una metamorfosis, mi metamorfosis.
Soy lo suficientemente consiente de que en la vida lo importante
(Al menos así lo he aprendido) es reconocerse en lo vivido, en recoger de cada
experiencia una pisca de algo que en algún momento ha de servir. O pues bien,
una pisca de algo que siempre se presta como excusa para brindar.
Por tanto he de confesar que ayer cerré un ciclo, renací, eso significa para mí
un cumpleaños, en el que se recopilan experiencias tal cuales tesoros.
Y acá entra el sentimentalismo, siete años atrás ¡Qué rápido
pasan los años! Cada vez voy comprendiendo e interiorizando la realidad, mi
realidad, la cual en lo más mínimo se asemeja a lo que una vez soñé. ¡Condenado
destino! Pero que bueno ha sido este conmigo.
Por ello aquí estoy, aquí voy, aquí sigo sacando pecho, remangándome
la camisa, sacudiéndome el polvo de las rodillas, lavándome la cara y curándome las heridas, pero mejor aun saboreando los buenos momentos, esos en donde
duele la panza de tanto reír, en los que las lágrimas brotan de felicidad, en
los que sientes que el corazón se te sale del pecho por su palpitar.
Y lo mejor, me quedan sueños por cumplir, metas por alcanzar,
cosas por compartir, un camino por andar, otros por conocer... y he de confesar
que hoy más que ayer la convicción de encontrar un compañero de vida, alguien
capaz de amar con libertad. En tanto este llegue, continuo mi nuevo ciclo, uno que trae ya consigo
muchas más bendiciones de las que podría creer merecer, una familia hermosa más
no perfecta, una profesión que no es un trabajo es un placer, una pasión, y,
desde hace mucho un fenomenal grupo de amigos y amistades, que me hacen
recordar que siempre hay algo en la vida por celebrar.
Son muchas las bendiciones, los regalos que han llegado a tocar
mi alma, mi mente, haciéndome ser una mujer que recién cumplió veinte nueve
años, y con ellos un invaluable significado sobre el don de la
vida que Dios me concedió.
Hoy por tanto continúo caminando, sonriendo, llegando a casa, amándome para poder amar con sinceridad, siendo feliz, llorando con libertad y sin culpa, encontrando y defendido mi lugar en el universo.¡Felices 29!