15/7/13

Hablando de mi

El preámbulo de los treinta es un agasajo mental. ¡Sí! Así lo defino, un agasajo que viene a cuestionar sobre lo vivido, lo aprovechado, y porque no lo desaprovechado. Aunque siempre de lo que consideramos derrochado aprendemos mucho más.  

Pues bien, como quinceañera releí mi diario, sí, sí, un diario, como esos de colegiala en donde plasmas sonrisas, llanto y suspiros, uno por el cual los años han pasado, han ido madurando, dejando entre ver en sus páginas amarillas una metamorfosis, mi metamorfosis.
Soy lo suficientemente consiente de que en la vida lo importante (Al menos así lo he aprendido) es reconocerse en lo vivido, en recoger de cada experiencia una pisca de algo que en algún momento ha de servir. O pues bien, una pisca de algo que siempre se presta como excusa para brindar.   

Por tanto he de confesar que ayer cerré un ciclo, renací, eso significa para mí un cumpleaños, en el que se recopilan experiencias tal cuales tesoros.
Y acá entra el sentimentalismo, siete años atrás ¡Qué rápido pasan los años! Cada vez voy comprendiendo e interiorizando la realidad, mi realidad, la cual en lo más mínimo se asemeja a lo que una vez soñé. ¡Condenado destino! Pero que bueno ha sido este conmigo.

Por ello aquí estoy, aquí voy, aquí sigo sacando pecho, remangándome la camisa, sacudiéndome el polvo de las rodillas, lavándome la cara y curándome las heridas, pero mejor aun saboreando los buenos momentos, esos en donde duele la panza de tanto reír, en los que las lágrimas brotan de felicidad, en los que sientes que el corazón se te sale del pecho por su palpitar.
Y lo mejor, me quedan sueños por cumplir, metas por alcanzar, cosas por compartir, un camino por andar, otros por conocer... y he de confesar que hoy más que ayer la convicción de encontrar un compañero de vida, alguien capaz de amar con libertad. En tanto este llegue, continuo mi nuevo ciclo, uno que trae ya consigo muchas más bendiciones de las que podría creer merecer, una familia hermosa más no perfecta, una profesión que no es un trabajo es un placer, una pasión, y, desde hace mucho un fenomenal grupo de amigos y amistades, que me hacen recordar que siempre hay algo en la vida por celebrar.

Son muchas las bendiciones, los regalos que han llegado a tocar mi alma, mi mente, haciéndome ser una mujer que recién cumplió veinte nueve años, y con ellos un invaluable significado sobre el don de la vida que Dios me concedió.
Hoy por tanto continúo caminando, sonriendo, llegando a casa, amándome para poder amar con sinceridad, siendo feliz, llorando con libertad y sin culpa, encontrando y defendido mi lugar en el universo.

¡Felices 29!