Cuando se escabullo el rumor sobre el concierto de Serrat y Sabina en el país lo primero que pensé fue en quebrar el chancho
destinado a casos de emergencia. Es decir, comprar las entradas para dicha
visita representaba una emergencia ¡Dios gracias el chancho sigue intacto!
En fin la cuenta regresiva después del “tarjetazo” se hizo eterna, casi una suplicia, hasta que el reloj
dio las 8:35 p.m. el pasado miércoles 21 de noviembre.
Puntales; curiosamente acción inversa a la acostumbrada por
ticos y productoras, al ser las ocho y treinta y cinco minutos dos marionetas
de pájaros anunciaron bajo las voces de Serrat y Sabina lo que vendría a ser
uno de los mejores conciertos a los que esta mortal a logrado ir. Me dejaría
decir incluso que podría catalogarse como uno de los mejores conciertos del año.
¡Ojo, es mi más humilde opinión!
Pues bien, dejando atrás el preámbulo, goce (no encuentro
mejor palabra) un escenario que sostuvo a un par de grandes iconos de la música
latinoamericana, quienes se dedicaron a basurearse entre tertulias que entrelazaban
con cada una de sus canciones. Esos tipos me sacaron desde lágrimas hasta
carcajadas. No por nada iniciaron con Hoy
puede ser un gran día.
En medio de un escenario que jugaba con las luces transcurrió
la noche. Transcurrió con el juego de palabras entre Serrat y Sabina, entre
monólogos que iban de aquí para allá, de allá para acá, intercambiándose para
cambiar de vestuario tras bambalinas. Un traje negro con o sin chaleco, un
sombrero muy a lo Sabina, bastones para afirmar el paso, una mesa con dos copas
y una botella. Quizás, y porque no una caja de cigarros (mi miopía y astigmatismo
no dieron para tanto) ellos ahí gozando tanto como gozo su público.
No hubo canción que no sacara a relucir la capacidad de
desgalillarnos de los asistentes…
Y me envenenan los besos que voy dando
Y sin embargo cuando duermo sin ti
contigo sueño,
Y sin embargo cuando duermo sin ti
contigo sueño,
Corear Sin embargo,
corear y aplaudir al cielo en tanto Sabina entonaba con una chica al lado con
un poncho rojo Por el boulevard de los
sueños, una canción para Chavela Vargas. Corear, corear y corear de pie
algunas veces, ensimismados en las butacas otras.
Ese juego casi a la silla caliente nos puso en pie cuando con una sola nota en la guitarra, Sabina, consiguió la conspiración de
todo un estadio cantando letra por letra la reconocida canción 19 dias y 500
noches.
Del amor al desamor, de la alegría a la nostalgia, de la
ironía a la razón. Durante tres horas (las mejores en mi vida) todo un
repertorio con sus grandes éxitos y canciones del álbum
Orquesta del Titanic, como Hoy por ti
mañana por mi, entre otras, dieron una serenata a cielo abierto bajo una
noche fría de noviembre, que empezó sin lluvia y concluyo con un baldazo.