15/10/14

Doce años


Sabes que las cosas andan mal cuando sientes esa extraña opresión en el pecho. Y es entonces cuando despiertas, cuando decides mutilar los pensamientos irreverentes que van naciendo en contra de la realidad, cuando se hace más necesario el silencio, cuando las letras se convierten en terapia.
Ese duelo perpetuo autoimpuesto hace eco, más aún entrada la madrugada.
Cómo olvidar, cómo desahogarse, cómo desencadenar el alma de su agonía, cómo simplemente olvidarlo.

Han pasado doce años, doce años desde aquel primer día en que se cruzaron nuestros caminos. Han pasado doce años en los que no hemos sido más que amantes fortuitos. Recuerdo cada detalle, recuerdo el olor de su piel, el calor de sus manos, recuerdo su mirada imperante, sus pasos cansinos y todos sus vicios.  
Tan solo libros y notas vagaban en mi cabeza, tan solo versos de Benedetti, de Neruda, tan solo Cortázar, tan solo Gioconda Belli, tan solo los sonetos de amor impresos, tan solo los cuestionamientos filosóficos de  Friedrich Nietzsche. ¡Era feliz!
En aquellos días las faldas de manta y las viejas sandalias reflejaban un guarda ropa ligero, bolsos de tela que salvaguardaban libros y libretas; y unas manos siempre dispuestas a escribir.
Y llego él atropelladamente, así sin más.
Llego haciendo despertar sentimientos, opresiones inexplicables en el pecho. Llego dejando el roce de sus manos en mi espalda. Llego dejando cicatrices en mis labios; labios que solo aprendieron a besarle a él.
Contra todo pronóstico él llego.  
Y entonces me cuestiono, y lloro, y le reprocho a mi mente por ser tan débil y al corazón por su existencia.
Doce años.

5/10/14

La talla de mi brasier

¡Dios bendiga a quien invento el brasier! Por cierto ¿Quién lo invento? Google respondió a mi pregunta con aproximadamente 176.000 respuestas.

Bien, después de leer las primeras tres de ellas en síntesis el brasier tiene aproximadamente unos cien años de existencia, sobre su creador no me quedo muy claro, la historia habla de Otto Titzling, Phillip de Brassiere, Wallace Reyburn, Hermine Cadolle, Pierre Poiret y finalmente se menciona a Mary Phelps Jacobs, en fin quien fuese entre ellos ¡Dios le bendiga!

Existen alrededor de esta prenda una serie de datos interesantes, por ejemplo durante la Primera Guerra Mundial Estados Unidos obtuvo 28 mil toneladas de acero, producto de los corsés, los cuales pasaron a ser tan solo metal fundido.

Otro dato que me llamo la atención, es que al igual que los condones y ataúdes, la producción de brasier fue “estándar”, hasta 1928 que Ida Rosenthalu, comenzó (como llamamos los mercadologos) la segmentación de un producto por siempre imperante.

En los años sesenta una quema de brasier se convirtió en la voz de mujeres que reclamaban sus derechos y libertades sexuales.

Cuando surgió en mi cabeza escribir La talla de mi brasier estaba sentada en una mesa de tragos con dos hombres, mientras los escuchaba hablar sobre lo que ellos consideran un importante atributo femenino (los pechos), fue escuchándolos que me di cuenta de cuantas veces he sido participe pasiva en conversaciones de este tipo, por ello decidí empezar a escribir.

Somos juzgadas por el atractivo de nuestro cuerpo, especialmente por el tamaño y forma de nuestros pechos y sumado a ello somos bombardeadas por la industria de la lencería, que vino con el propósito de “ayudarnos” a aumentar nuestros pechos; muy solidario de su parte, ya que entre más grandes sean; sin generalizar, es mejor visto.

Entrando a la adolescencia mis padres me regalaron un libro llamado el Desarrollo integral del adolescente de Nancy Van Pelt, libro que años después leí con fines académicos. El capítulo tres se titula La niña preadolescente, en el cual tres páginas hablan sobre el desarrollo del busto.

Uno de los párrafos que más llamó mi atención en este apartado fue “Algunas chicas no saben qué hacer con su busto cuando se desarrolla. No saben si ocultarlo o exhibirlo. Si procuran ocultarlo, eso significa que tratan de ocultar el hecho de que están entrando en la adolescencia. No hay necesidad de hacerlo. Pero tampoco deben exhibir su busto usando blusas excesivamente escotadas o prendas de vestir demasiado estrechas. La gente debería sentirse atraída a ella por su persona y no por su busto”. Esas últimas quince palabras marcaron mi vida.

La talla de mi brasier es 36B, mis pechos sobrepasan el tamaño de mis manos. Mis pechos, sí, mis pechos, ellos son míos, le pertenecen a mi cuerpo, son una extensión de mí, pero no me definen, porque soy más que una talla de brasier, porque no he necesitado en treinta años exhibirlos para recibir un elogio, porque puedo vestirme sin necesidad de dejarles ver, nunca han sido el centro de atracción ante un hombre o en medio de una conversación porque tan solo son parte de mi anatomía.

Una talla de brasier no define quienes somos o cuan merecedoras de amor podemos ser. Una talla de brasier es tan solo un número que nos permite sentirnos cómodas y bellas al vestir, es tan solo un símbolo que nos hace ser mujeres, tan solo eso.

Por ello yo bendigo mi sexo, bendigo mi cuerpo y mis pechos talla 36B.