Renuncio a vos, serenamente,
como renuncia el alma a la vida
ante la muerte.
Renuncio a vos, consiente,
como renuncian las palabras abatidas.
Renuncio a vos porque es inútil prolongar
el duelo.
Renuncio sin haber pronunciado
palabras,
sin saber cuan profundos han de
ser tus besos.
Renuncio, sin previo aviso,
sin lágrimas, más si un puñado de
sonrisas;
porque es sana la
distancia
cuando no permuta el mismo
sentimiento.