17/12/11

Sentencia

Me declaro ignorante del sentir/atrapada en el silencio/sentenciada por los besos que no he dado.
Me declaro envuelta en la amargura/armadura que proviene del pasado/incapaz de decirle sí a la ilusión.
Sin embargo/me declaro/ante el desahucio inocente/ ante vos, verdugo y defensor/inocente.

8/12/11

En la madrugada


A pasos de gigante se acerca, 
y en cada zancada las sombras se adentran 
como el humo que se adhiere a los pulmones.
Las lágrimas, desahuciadas, hacen eco en el pasado,
un pasado que juega a ratos con los recuerdos,
cuando se adentra la madrugada.

5/12/11

Mes a mes

Siempre creo olvidarlo, por inercia mis piernas me conducen mes a mes hacia a ese lánguido pasillo, que se ha adherido a mi sombra, al paso de mis tacones.
Quizá, a paso rápido -pienso, puedo escapar de allí.
Depósito en la caja desteñida la boleta blanca que trae consigo mi nombre completo, para evitar confusiones.
El parlante me avisa; mi cuerpo se levanta, y mi mente se queda allí sentada, mientras abro la pesada puerta y reposo lo que queda de mí en ese viejo sillón, extiendo el brazo (una semana el izquierdo, la otra el derecho), la liga se enrolla por sí sola, mientras él resbala un trozo de algodón sobre mi blanca piel, y sin darme cuenta lo hace, uno, dos, tres, cuatro… siete tubos.
Con tal destreza lo hace, o han de ser los años que olvido esa sensación que punza, cuando la jeringa entra a adsorber mi sangre, que no siento, no siento nada, ni las voces en mi cabeza, ni el estremecimiento de la piel.
Presionando el brazo regreso por mi alma, la adhiero a mi cuerpo y vuelvo por el lánguido pasillo al encuentro con la otra parte que aún queda en mi. Regreso sin despertar, porque no se trata de un sueño, es la realidad.

Los crótalos


El sonido galopante de los crótalos 
me acompaña mientras camino,
la música folklórica egipcia
se adentra en mis oídos,
y entre golpe y golpe mi cuerpo baila.

Vuela mi falda
danzan mis labios en silencio
se entrelazan mis piernas
se contrae mi vientre
y al compás improvisado del cuerpo,
sonrío. 

El sonido, 
el galopante sonido, 
que va más allá de la luz, de la oscuridad,
no necesita de palabras, ni murmullos.

Darbuka, mizmar marcan con notas
una danza ajena al individualidades, única.


Y deslizo mis dedos sobre el viento, y siento, 
siento ese galopante sonido de los crótalos en mi cuerpo.