16/7/15

En este momento de mi vida

Subí al tercer piso con un ligero equipaje, consciente de que al cumplir 30 no pasaría desapercibida. Para bien o para mal el numerito este nos confronta sobre lo conseguido y lo pendiente por alcanzar, todo gracias a la presión social que se ejerce sobre cada mortal en esta tierra.

Casarse, trabajar, tener hijos o abandonar el hogar paterno son la idea central de cualquier conversación en la que una se vea involucrada.

Las expectativas de lo que debía alcanzar versus lo que verdaderamente logré al llegar al tercer piso es el origen de los más épicos conflictos a los que hoy me enfrento.


En los últimos seis meses de mis treinta años han surgido ciento y un interrogantes, he sentido miedo, angustia, temor, me he “torturado” a mí misma, pero la montaña rusa de emociones la he vivido a plenitud y consciente.

A dos días de hacer cumplido treinta y un años veo en el espejo el reflejo de una mujer que está defendiendo sus ideales; no lo que la sociedad demanda de mí,  y aunque es un desorden puedo decir que es esta la mejor etapa de mi vida, porque en los últimos seis meses aprendí que lo común no necesariamente es normal, que ser buena no es sinónimo de ser idiota, es tan solo una virtud, porque parafraseando a Charles Chaplin, decidí que mi cuerpo desnudo le pertenecerá solo a aquel que se enamore de mi alma desnuda, porque el tamaño de mis pechos no definen mi valor, aprendí que suponer no es una opción, que ser autentica es un deber conmigo misma, que hacer y dar siempre lo mejor es tan solo un compromiso con mi mente y mi corazón, que sí alguien me lastima es porque yo así lo decidí, soy dueña de mis emociones.

Es decir en este momento de mi vida en el que llevo mi cabello largo, en el que las gafas me siguen caracterizando gracias a la miopía, al astigmatismo y a un coágulo en la vena central de mi ojo derecho, en el que sigo midiendo lo mismo de hace diez años, en el que soy más consciente que nunca de mi diagnóstico médico, en el que sigo siendo asustadiza y le sigo teniendo miedo a los temblores… me he reconocido desnuda en cuerpo y alma, reconociendo a la mujer que soy, una mujer activa, ingeniosa, ocurrente, imaginativa, creativa, con dones y talentos desbordantes, desafiante y ambiciosa, con un carácter hermético, testaruda, una mujer que piensa, repiensa y medita, rigurosa aun siendo un tanto indisciplinada, con un sentido inminente de equidad; y aunque me siento vulnerable me exijo ser fuerte, sobre todo en este proceso de cambios y transformaciones, porque entendí que mi vida me pertenece y ser la extensión de otros no es una opción, y es que está bien que no estén de acuerdo conmigo, la discrepancia es enriquecedora. Porque en este bombardeo de comentarios que van y vienen en mi contra, simplemente me pregunto ¿Qué puedo hacer mejor? 


En fin, llegue a mis treinta y un años con una cuenta bancaria que está en cero, una casa por pagar, dos tarjetas de crédito, llegue siendo un número más en el infinito índice del desempleo, llegue con el mismo equipaje con el que me prepare para llegar a los treinta hace un año y aunque no han sido días fáciles recuerdo una frase Nora Ephron “Sobre todo, sé la heroína de tu historia, no la víctima”.