Este dolor de manos me recuerda
todo cuanto quise, todo cuanto soñé antes de que llegara aquel día. Hoy duele
respirar, duele como si presionaras mi pecho con la fuerza con que detuviste mi
vida. Escribiéndote se me empañan los lentes, porque duele más en el alma que
en el cuerpo. Sé que abrirás una vía, después otra, y así sucesivamente conforme
pasen los días, hasta que no quede vena en el brazo sin haber sido ultrajada,
hasta que el blanco color de mi piel pase a morado, y poco a poco hagan matiz
los hematomas en ellos. Sé que esto pasara una y otra vez, pero no me resignaré.