7/1/12

Un siete de enero


Me duelen las nalgas de estar sentada, a ratos escribiendo, a ratos leyendo. / El hábito de amanecer viendo a todos dormir en casa volvió. / Mientras los perros del frente ladran y los de al lado responden, los ronquidos de mi hermana y de Sofí se responden entre sí. / Desde hace dos años tenemos cortinas en la casa. Es decir, ya no vivo en Coronado. / Aquí, donde ahora vivimos, desistimos de usar coffe maker, y cambiamos los filtros por una bolsa para chorrear el café. / Deje (debería decir, dejamos) de ir a misa los domingos. / Aquí, le sigo teniendo miedo a los temblores, los lunares en mi cuerpo no han cambiado de lugar, y llevo la misma mancha en la nuca y un coagulo de sangre en la retina del ojo derecho. / Tengo la misma lista de exnovios, la que empieza con él, y termina en él; y unos cuantos pretendientes que termino espantando con gracia y aplomo./ Sigo durmiendo con tres almohadas: una para apoyar la cabeza, otra que abrazo boca abajo y una entre las piernas, por aquello del frío. / Y hoy, precisamente que no consigo dormir hay ropa colgada y zapatos regados entre un silencio discreto a las tres de la mañana.

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