2/4/13

Siendo sincera

Siendo sincera, el adiós dolió. Dolió en el corazón, tanto como en el orgullo. 

Mi tutor de media noche. Mi distracción de madrugadas. Mi verso calladito al lado de la cama.

¡Sí! Siendo sincera, duele. Duele despertar sin ese quiubo tan singular saliendo de tus labios.

Mi guardián de sueños. Mi poeta noctambulo. Mi abrazo perdido en medio del silencio, del crujir de sabanas.

Siendo sincera extraño los besos robados que tanto me enfurecían cuando interrumpías mi lectura. Y esas carcajadas al verme brincar con la esperanza de algo alcanzar. Extraño esos suspiros que dabas al verme enfadar. Esa simplicidad, esa complicidad... la extraño.  

Y sí, siguiendo con este ataque de sinceridad sin ti, reconozco que nos perdimos, y duele reconocerlo. Perdimos la elocuencia en la cama de tanto maquinar, de tanto pensar. Quizás más del lado de mi cama que del tuyo. Porque nos perdimos, perdimos eso que Bécquer llama pasión, que Neruda dice ser amor y que en Benedetti es una estrategia.

Es decir, resumiendo, duele no saberte hoy aquí. 


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